Origen de un
vampiro
En el conjunto de
creencias populares se pueden distinguir unas formas básicas, a veces
complementarias entre sí, para que un ser humano se convierta en vampiro:
Por predisposición desde el nacimiento:
En Rumanía tenía más posibilidades de ser un strigoi, el séptimo o duodécimo hijo cuyos
hermanos mayores eran todos del mismo sexo. O tener unas marcas de nacimiento
como el hueso sacro pronunciado, abundante vello corporal y haber nacido encapuchado,
es decir con la cabeza envuelta en parte de la membrana
placentaria, o haber ingerido parte de la misma. Entre los eslavos
también tenían mayor probabilidad de convertirse en vampiros los nacidos en Sábado Santo.
Por muerte prematura o violenta:
En la antigua Grecia, en donde se denominaban vrykolakas o brucolacos
a los así originados, al igual que entre búlgaros, eslavos, y en ciertas
culturas africanas y en Indonesia, se creía que los niños, adolescentes y en
general las personas que habían tenido una muerte prematura o en circunstancias
anormales, por suicidio o violencia, podían convertirse en fantasmas vagabundos
o vampiros.
Por incumplimiento de rituales funerarios y
religiosos:
En Grecia, Bulgaria
y Rumanía también se creía que alguien se
convertía en vampiro después de morir si los que se debían ocupar de preparar y
vigilar debidamente el cadáver no realizaban los rituales adecuados o no
cumplían bien su tarea, como impedir que un animal, especialmente un perro o
gato, e incluso una persona pasen sobre el mismo. Esta creencia es similar en
los hindúes que consideraban que los espíritus o Pitrs, en espera de
reencarnar, pueden convertirse en vampiros si nadie les recuerda y realiza los shraadh,
rituales funerarios de rigor para facilitar su reencarnación.
Como maldición por acciones criminales o
sacrílegas:
En la antigua China
también se creía que se convertían en vampiros ciertos criminales, tradición
similar a la existente entre los eslavos y los griegos, quienes creían que los vampiros eran brujas
o personas que se habían rebelado contra la Iglesia mientras estaban vivos,
vendiendo su alma al diablo y que al morir sus cuerpos podían ser poseídos por
demonios. En la Europa cristiana y especialmente entre los griegos, esta
creencia era reforzada con los conceptos desarrollados por el cristianismo
basados en la idea neoplatónica de la vida después de la muerte y la idea de la
supervivencia del alma hasta el día del Juicio Final
a pesar de la corrupción del cuerpo, de aquellos que murieran arrepentidos de
sus pecados y que hubieran recibidos los últimos sacramentos. Por
eso, los griegos y eslavos, creían que todos aquellos que no fueran enterrados
en tierra consagrada (en particular los suicidas
y los excomulgados) o los que no hubieran
recibido la extremaunción, tenían la mayor
posibilidad de convertirse en vampiros o tympaniaios.
Por mordedura de un vampiro:
Según casi todas las tradiciones, especialmente entre los eslavos, aquella persona que moría después de ser
mordida por un vampiro se convertiría a su vez en uno. Los escritores
ocultistas aducen que esta manera solo es posible si hay aceptación por parte
de la víctima. Los autores de
literatura de ficción le han dado a esta manera una connotación sexual intensa,
muy atractiva para propósitos dramáticos.
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